20 de noviembre de 2020
Queridos amigos en Cristo:
Estamos a punto de finalizar un año difícil. La pandemia ha afectado nuestro diario vivir y la forma en que celebraremos las próximas fiestas. En estos momentos debemos aferrarnos al gran don de la esperanza, que Dios nos dio desde nuestro Bautismo. La esperanza nos sostiene en las dificultades y nos recuerda que fuimos creados para la eternidad y la vida con Cristo. Aun cuando todo a nuestro alrededor pareciera haber cambiado, la fe y nuestra relación con la Iglesia no tienen que cambiar. Jesucristo es el mismo «ayer, hoy y siempre» (Hebreos 13, 8). Al leer las Sagradas Escrituras encontramos el consuelo necesario y la inspiración para que nuestra relación con Dios siga creciendo.
Cuando Jesús vio a Zaqueo arriba del árbol le dijo: «baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa» (Lucas 19,1-10). Él bajó del árbol y Jesús lo recibió con alegría. Zaqueo observaba a Jesús desde la distancia. Después del saludo y la invitación de Jesús, ellos cenaron juntos amistosamente y llenos de esperanza. La vida de Zaqueo cambió para siempre debido a su relación con Cristo.
Cuando el culto público fue suspendido en marzo, la comunidad de fieles se volvió de alguna manera como Zaqueo, observando la vida litúrgica de la Iglesia desde la distancia a través de la tecnología. Incluso después de reabrir las iglesias en mayo, seguimos extrañando a muchos de nuestros hermanos y hermanas que estábamos acostumbrados a ver en las bancas que nos rodean. Extrañamos las sonrisas —que ahora se ocultan bajo las mascarillas— y las risas durante el café y donas en el salón parroquial. Hay una separación física, como la de Zaqueo en el árbol.
Sin importar lo lejos que estemos los unos con los otros y la tristeza que sentimos de no estar juntos, Jesús nunca ha dejado de buscarnos, de llamarnos a vivir en comunidad con la Iglesia y de vivir los sacramentos.
Una enseñanza básica de nuestra fe católica es que la Eucaristía es «fuente y culmen de toda la vida cristiana» (Catecismo de la Iglesia Católica,1324). A través de nuestra entrada en el misterio pascual nos encontramos con Cristo vivo y resucitado. Como cristianos, honramos un día especial de la semana, el domingo, el cual debe ser apartado como sagrado y santo. En el día del Señor, estamos llamados a reunirnos como comunidad para escuchar la Palabra de Dios y participar de la sagrada Eucaristía, a fin de que nuestra fe pueda fortalecerse y crecer. Esforcémonos por acercarnos cada vez más a Dios, especialmente en estos tiempos difíciles.
Así como cuidamos nuestro bienestar físico y emocional, también debemos de reconocer que necesitamos cuidar nuestra vida espiritual. Cristo nos llama, como lo hizo con Zaqueo, y nos invita a cenar con él. En ese sentido, yo reconozco que hay ciertas circunstancias que no han permitido a algunos individuos y familias a asistir personalmente a Misa. Pero como su obispo los invito a que dediquen un tiempo a la oración y escuchen el llamado que Cristo les hace a estar presentes en la fiesta eucarística. En la tranquilidad de su corazón, mente y alma, consideren la invitación del Señor a volver a la Eucaristía, al encuentro con aquel que es alegría, gracia, esperanza y paz.
Durante estos dos meses que tengo de fungir como su obispo, he visitado muchas parroquias, escuelas y facilitado Días de Reflexión con los Sacerdotes que prestan servicio en los 90 condados de nuestra diócesis. Durante estas visitas y Días de Reflexión hemos discutido los desafíos y esperanzas que han surgido durante este tiempo de pandemia. Me complace informarles que muchas personas asisten a Misa, y que no se han reportado brotes de Coronavirus relacionados con la reapertura de las iglesias. Esta es una buena noticia que indica que nuestras precauciones y protocolos de seguridad son eficaces. Unámonos en oración pidiendo sabiduría y paciencia mientras se desarrollan y perfeccionan las vacunas y los tratamientos para combatir este virus.
Amigos míos, gracias por su testimonio de fe y dedicación a nuestra Iglesia.
Les pido que revisen el documento adjunto, el cual explica a quienes aplica o no la Dispensa de la Obligación de asistir a la Misa Dominical, así como las directrices y recomendaciones actualizadas para nuestras parroquias. Sigamos adelante con fe y esperanza; y como lo hizo Zaqueo: siempre dispuestos a recibir a Nuestro Señor.
Quiero que sepan que ustedes y sus seres queridos siempre están en mis oraciones. Les pido que recen por mí, especialmente ahora que inicio mi ministerio episcopal en la diócesis de Savannah. Aunque no nos veamos todos los días, podemos reunirnos cada día en nuestras oraciones. ¡Alegrémonos siempre en el Señor!
En Cristo,
Reverendísimo Monseñor Stephen D. Parkes, D.D.
Obispo de Savannah
Aunque la tecnología nos ha ayudado a mantener un sentido de comunidad en nuestras parroquias, no se puede comparar con el hecho de reunirnos en persona para celebrar la Eucaristía. Hemos sido creados por Dios para vivir en comunidad. Durante estos meses, muchos han sufrido tremendamente debido al aislamiento y la soledad. La tecnología es una herramienta eficaz para la evangelización, pero no debemos acostumbrarnos y creer que nuestra presencia física en la celebración eucarística no es necesaria.
A medida que el proceso de reapertura social continua en una nueva normalidad que incluye distanciamiento social y otras precauciones, yo los llamo a que hagan un examen de conciencia de las actividades cotidianas que realizan en el contexto actual y consideren asistir a Misa. Si ustedes y sus familias están frecuentando restaurantes, sus hijos asisten a la escuela, participan en actividades deportivas y reuniones sociales, creo que la asistencia a la Misa dominical también debe reanudarse. Tiene que existir una buena razón —relacionada con la salud personal y comunitaria— para no participar en la Misa dominical durante esta pandemia.
En marzo se les concedió a los fieles de la diócesis de Savannah una dispensa de la obligación de asistir a la Misa dominical la cual se prorrogó hasta el 22 de noviembre de 2020. A partir del primer domingo de Adviento, 29 de noviembre de 2020, la dispensa de la obligación de asistir a la Misa dominical se concede únicamente en las siguientes circunstancias:
Aunque no debemos olvidar que todavía vivimos en una época de pandemia, como Iglesia debemos guiarnos por el deseo de seguir adelante; con esperanza y confianza en Dios. Estamos llamados a promover una cultura de esperanza, no una cultura de miedo.
A fin de poder seguir adelante, y tomando en cuenta la importancia del cuidado de la salud todos, les presento las siguientes directrices. Espero que podamos avanzar en este proceso de manera uniforme en toda nuestra diócesis para que todos encuentren en nuestras parroquias una atmósfera acogedora y segura que fomente un ambiente sagrado y reverencial.